domingo, 22 de mayo de 2011

vigilantes del medio natural - El Mundo.es

Pr?cticamente no existe un rinc?n del planeta que est? libre de productos qu?micos artificiales. Estas sustancias se han extendido por toda la Tierra y, aunque pueda parecer parad?jico, los niveles de concentraci?n m?s altos de muchos de estos contaminantes no se registran en los lugares donde se producen, sino en zonas remotas, a miles de kil?metros de distancia. Transportados por las corrientes fluviales, marinas, atmosf?ricas o por especies migradoras, entre otros agentes, las rutas de esta amenaza silenciosa son imprevisibles, lo mismo que sus potenciales impactos que, en ocasiones, pueden tardar a?os en manifestar sus efectos m?s adversos.

Actualmente sabemos que la liberaci?n de estos productos al medio ambiente tiene consecuencias que van mucho m?s all? de la contaminaci?n inmediata, ya que pueden entrar en la cadena tr?fica alimentar?a acumul?ndose en cada eslab?n y, presentando las mayores proporciones en los tramos finales, precisamente donde se sit?a el hombre. Resulta por tanto, de vital importancia disponer de m?todos que permitan evaluar el estado toxicol?gico de un ecosistema y, al tiempo, poder demostrar los distintos problemas asociados a la presencia de las sustancias qu?micas en el medio ambiente. Y este es el objetivo de la ecotoxicolog?a, una ciencia relativamente moderna, que busca identificar y determinar los riesgos que provocan las miles de sustancias qu?micas conocidas en los seres vivos y en el medio ambiente que habitan. Su estudio se centra en las relaciones directas e indirectas entre las causas, los impactos sobre los individuos y las alteraciones finales sobre las poblaciones y las comunidades.

Una de las herramientas de las que dispone esta disciplina para descubrir las consecuencias reales que muchas de estas sustancias provocan en los organismos son los bioensayos, basados en la observaci?n cualitativa y/o cuantitativa de los efectos causados por los agentes qu?micos en los organismos vivos. Mediante un proceso de monitorizaci?n se estudian condiciones ambientales complejas y se obtiene una valiosa informaci?n sobre los cambios que se producen en el medio ambiente. Y, precisamente, a la Ecotoxicolog?a y, en concreto el desarrollo de bioensayos, es uno de los proyectos de Biotecnolog?a Eco-friendly, una empresa reci?n llegada a la Incubadora Colaborativa del ParcBIT, formada por las bi?logas Patricia Rodr?guez y Melina Lazarides, que buscan simultanear esta actividad con el cultivo de microalgas para la elaboraci?n de biodiesel, dos campos, que aunque parezcan distantes, seg?n estas investigadoras, est?n muy relacionados.

Los or?genes de este proyecto est?n en la tesis doctoral que Lazarides realiz? en Argentina, dirigida por Patricia Rodriguez y Roberto Castro, en la que analizaba los efluentes de una papelera. «Coincidi? con la ?poca en la que el conflicto de una planta de celulosa en la frontera entre Uruguay y Argentina estaba de m?xima actualidad, comenta la investigadora, y las muestras de vertidos de que dispon?amos, aunque no eran de ese mismo lugar, presentaban unos valores muy parecidos a los de esta industria».

«Hasta el momento, contin?a, realiz?bamos bioensayos con plantas, como la cebolla (Allium cepa), –un test estandarizado que permite ver c?mo afectan determinadas sustancias en el desarrollo del vegetal–, y que, a grandes rasgos, consiste en colocar una cebolla en el agua o efluente y, pasadas 48 horas, evaluar el efecto que produce sobre las ra?ces y tambi?n sobre el ADN (genot?xico). Las alteraciones pueden extrapolarse a lo que suceder?a con c?lulas animales».

Y lo novedoso, que es precisamente la base de su nuevo proyecto, es que adem?s de la lechuga, microalgas, crust?ceos como la Dafnis magna o la citada cebolla, se les ocurri? realizar bioensayos con c?lulas de mam?feros y los resultados eran comparables a los de los test tradicionales. La ventaja, destacan ambas investigadoras, es que estamos empleando c?lulas de un ser muy cercano al hombre, por lo que los cambios experimentados se ajustan bastante a los que se puedan dar en el organismo humano; en definitiva, que los resultados son mucho m?s fiables.

Estas pruebas, destaca Rodr?guez, no reemplazan a los an?lisis fisicoqu?micos tradicionales, sino que son un complemento ideal, ya que aportan otro tipo de resultados. Una determinada muestra de agua, por ejemplo, puede cumplir los niveles de cadmio, plomo o fosfatos permitidos, si los analizamos por separado, pero si los tres aparecen juntos el efecto es diferente. Y es que la toxicidad de un efluente no depende s?lo del an?lisis de las concentraciones de sustancias o par?metros individuales, sino que es el resultado de la interacci?n, sinergista o antagonista, de cada uno de los componentes f?sicos y qu?micos que la integran. Por lo tanto, la forma de evaluar su potencia t?xica es mediante la aplicaci?n de ensayos de toxicidad utilizando organismos vivos.

Otra de las ventajas de este tipo de pruebas es que pueden verse las concentraciones de contaminantes por bioacumulaci?n. «En ocasiones, explica Rodr?guez, hay empresas que diluyen las muestras para que no superen los valores permitidos, pero si un organismo ha estado expuesto de continuo a un t?xico, esta circunstancia queda reflejada porque las sustancias qu?micas se van acumulando en diferentes partes. En definitiva, los bioensayos son una herramienta b?sica para poder desarrollar programas de control y gesti?n medioambiental efectivos».

Su otra l?nea de trabajo es el cultivo de microalgas para producir biodi?sel. Han experimentado con dos especies: Chlorella vulgaris y Neochloris oleoabundans, aunque no cierran la puerta a otras posibles candidatas. Hasta el momento han realizado todo el proceso de desarrollo hasta llegar a vol?menes de planta piloto. Tienen incluso la idea para construir un biorreactor de bajo coste. «Hemos probado con un dise?o casero, muy b?sico, y funciona de maravilla». Y es que Mallorca, seg?n Lazarides, por su irradiancia y temperatura es el para?so para el cultivo de microalgas.

Las ventajas son evidentes, de estos microorganismos se obtienen los denominados biocarburantes de segunda generaci?n, es decir, aquellos que se elaboran con materia prima que no se emplea en la alimentaci?n. Adem?s de de ser sumideros de di?xido de carbono, ya que captan la energ?a solar y la acumulan en sus grasas mediante la fotos?ntesis, absorbiendo CO2 y desprendiendo ox?geno. Una fuente renovable e ilimitada que no s?lo no genera residuos t?xicos ni peligrosos, sino que purifica el ambiente.

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